Hace muchos años, en el aula de Español 1, del recinto educativo que atendía en curso; se nos dio la tarea de redactar -nuestra propia interpretación- sobre una obra literaria para la cual se nos entregó, una hoja suelta, donde se hallaba impreso el poema "La Palabra" de Pablo Neruda. Mi pasión por -las palabras- ardía en mi sangre desde niña y -tras la lectura de tan valiosa obra- y el sustancial desarrollo en que se desató la clase; incrementó mi pasión, de tal forma, que cuando mi musa se aturde y dispersa por los prados del ocio, corre de inmediato a los pies de ese poema, para inhalar inspiración y esparcir -notas- que me permitan recordar que -todo está, en la palabra-. Es tan grande, valioso y prometedor -el poder de las palabras- que desde entonces me enganché con ellas y...
Me propusieron las palabras dar un viaje, prometiendo discurrir mejor la vida; posando mi atención en su convite, comprendí la magnitud de la osadía. Me incorporé en su auto -decidida- a constatar el fin de su promesa, y sobre llantas de verbos conjugados "Escrutar"era el chofer que conducía. A su lado un copiloto le asistía, advertí que su nombre era "Aprender", depositó en mis manos -una brújula- con cuatro puntos nominados -sin revés-; miré y los mismos se leían: duda, audacia, firmeza y fe. Incoando el viaje fue el inicio, llenar el tanque con fluida voluntad; el combustible justo para que el periplo, canalizará su misión hasta el final.
Me propusieron las palabras dar un viaje, prometiendo discurrir mejor la vida; posando mi atención en su convite, comprendí la magnitud de la osadía. Me incorporé en su auto -decidida- a constatar el fin de su promesa, y sobre llantas de verbos conjugados "Escrutar"
27 de enero de 2016
Autora: Ivette M. Quiles Silva
con cariño... Campesina, Brillamor
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