lunes, 17 de abril de 2017

Escepticismo, vida, carne, amor y yo...

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      Profundizando (detenidamente) el significado del vocablo -escepticismo- que según dice el diccionario, es: "incredulidad o duda acerca de la verdad o eficacia de cualquier cosa"; y considerando la dualidad de inclinaciones, atendidas por un sinnúmero de variantes proclamadas como -verdad-; podemos decir que, justo en la edad que el razonamiento -activa los sentidos-, y conforme la dirección que se inclinen los mismos -incredulidad o duda- -TODOS- pasamos a ser escépticos.  Los posados en la -incredulidad- generando -la guerra de la razón- con el flamante -dime y te diré-, que más allá de comulgar con la docente virtud de la comprensión, detiene la divina voluntad de -escrutar- para aprender y crecer.  Los posados en -la duda- donde se da paso a examinar (por uno mismo) y atesorando todo lo sustantivo para el bien personal y de nuestro entorno, no ser ni extraños ni advenedizos, sino, colaboradores -todos- por un mismo fin, el de aprender y crecer, juntos en armonía.

        Desde el comienzo de mi uso de razón, y por casi la mitad de un siglo, acondicionada en la cajita -de una sola idea- mi escepticismo pregonaba lo conocido en el campo de la incredulidad, negando lo desconocido.  Así concurría mi vida, hasta que -la duda- me hizo un guiño, invitándome a conversar con ella -en silencio- para ver claro: el valor, la importancia y el correcto uso de los sentidos, mediante el acto de investigar.  Tras el guiño de la duda y mi devota atención a escudriñar, mi escepticismo paso del campo de la incredulidad al campo de la duda y comencé a descubrír que -los sentidos- tienen su orden y una significativa postura para ejercer la eficacia del entendimiento, y desarrollar -buen equilibrio- en todas sus funciones.  Así, concebí su orden: dos oídos, no solo para oír, también para escuchar -detenidamente- de manera que podamos enfocar -la visión- hacia el lugar preciso de lo justo.  Dos ojos, no solo para mirar, también para contemplar -cuidadosamente- y cotejar si lo escuchado, concuerda con los hechos.  Una nariz, no solo para distinguir los olores, también (de manera metafórica) olfatear el conocimiento que ponga en nuestra -lengua- el placer de la buena palabra y degustar, con exactitud y regocijo, el poder -palpar- la maravilla de existir.  Aprendí que los sentidos que requieren mayor exigencia, se componen de dos; oídos, ojos y manos; y los que requieren humildad y sencillez, uno; boca y nariz, lo que hace claro que: escuchar, contemplar y palpar, son mayoria, para que -la sabiduria del silencio- nos dirija a desgustar la vida -con respeto- y sin acuse de herejías.

        Hace, quince años, hice mi entrada en el campo del vegetarianismo, dentro de esos quince años, hace seis, pase al veganismo.   No lo hice para ser parte de una moda, ni copiar el estilo de vida de otros; tampoco para formar parte de un sistema, y presumir de un orden, ni mucho menos por opresión ni para opresión; fue mi escepticismo -en el campo de la duda- y el conocimiento obtenido para dirigir los sentidos, lo que me incitó a investigar y corroborar, lo escuchado, apareado con lo contemplado.  Luego de una minuciosa investigación, supe lo trascendental de cuidar mi cuerpo y entendí con mayor claridad, ese versar tan comúnmente escuchado; "Mente sana, en cuerpo sano".  Sobre esa profunda declaración se hace vigente, el buen uso de los sentidos.  
  
        Dentro del corriente auge del sentido, mucho se habla de pecado sin entender ni aceptar que -pecado- es un burdo sinónimo de -ignorancia-, negarse a esta verdad, es ahogar nuestro espíritu en las inmediaciones del miedo; propiciando así, el quebrantamiento de nuestro cuerpo, asolado entre las tantas enfermedades que, a causa de la incredulidad, optamos por someter, muy complacientes.  Fuí partícipe de ese común hacer, por eso lo declaro con toda libertad, nada mayor que -la experiencia- para hacer mención de la realidad.  Gracias a la experiencia, hice ajuste a los sentidos, cambie la dirección de mis pasos;  por la experiencia obtuve la fe de conocer; por conocer la fe de saber; por saber la fe de creer y declarar con evidencia que -no estamos diseñados para comer carne-; que los animales son seres sintientes igual que todo humano, por lo que, con todo su derecho, merecen respeto.  En la medida que vamos abandonando, las artimañas del apetitivo placer y su soberbia, nuestro espíritu se abre a una luz de mayor entendimiento, haciendo de nosotros, un nuevo ser, para disfrutar la plenitud de existir -aquí y ahora- con buen uso de los sentidos.  

          Mientras el escéptico por incredulidad, se niega a toda información que no entre en la cajita, de su única idea; el escéptico por duda, se abre al cumplimiento de examinarlo -todo- reteniendo lo bueno, desechando lo malo.  En el video que dejo a continuación, pese a que -como libre pensadora- mi punto de vista ante pecado, satanás y otros aspectos, difiere del punto de vista del orador, se hace clara la posición del veganismo para la humanidad, la vida, el planeta y la importancia de escudriñar para entender ese decreto que nos dice, "Amarás a tu prójimo como a ti mismo", lo que declara que -para amar a los demás- primero hay que amarse uno mismo y -amarse uno mismo- comienza por cuidar de nuestro cuerpo, que es el vehículo -más importante- para hacer correr la vida, conforme al patrón diseñado por ley divina.  "Bienaventurado el que halla sabiduría y obtiene inteligencia, porque su ganancia es mejor que la plata y sus frutos, más, que el oro fino".

3 de abril de 2017

Autora: Ivette M Quiles Silva
con cariño, Campesina, Brillamor
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Hay camino que al hombre le parece derecho, pero su fin es camino de muerte.  Mas el avisado mira bien sus pasos.  (Proverbios 14:12,15 - libro de la biblia)

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